Es incoherente dar comienzo a la historia de América el día en que un grupo de navegantes europeos llegó a sus playas y se adjudicó la propiedad de varias de sus islas. Este importante y decisivo acto, no llega, sin embargo, a comenzar una historia que ya existía, sino que le estampa otro camino, como ocurrió con la llegada de los norteamericanos al Japón, de los portugueses a la India y de los venecianos a la China, ya que cuando Colón descubrió América, en el siglo XVI, se calcula que existían casi setenta millones de indígenas.
Existen variadas teorías vigentes sobre el origen de los primeros habitantes de América. La más conocida es planteada por Alex Hrdlicka, la Teoría Asiática. Según ésta, fueron cazadores paleomongoloides de la Era del Hielo -Pleistoceno Tardío- quienes habrían cruzado el estrecho de Bering e ingresado por Alaska, en Norteamérica, y habrían traído como herencia cultural el fuego, el hacha hecha de tosca de pedernal, el arco y la flecha. También podemos encontrar otra teoría que proviene del antropólogo francés Paul Rivet, quien plantea que, además de una inmigración asiática, también se produjo una oceánica, con oleadas de melanesios y polinesios, que habrían cruzado el Océano Pacífico, para llegar por Centroamérica y Sudamérica, respectivamente. Otra teoría clásica es la del portugués Méndez Correa, quien sostiene una inmigración australiana por la ruta de la Antártida y Tierra del Fuego.
Los habitantes de América, a la llegada de los españoles, ya tenían su propia organización y claras normas de convivencia, su propia religión y su explicación natural de los fenómenos que les rodeaban. No eran, por ningún motivo, como la inmensa mayoría de los conquistadores que invadieron sus tierras, esto es ignorantes y ambiciosos, dogmáticos e inquisidores, cargados de odio y de prejuicios que, desgraciadamente, aún permanecen. El hombre blanco, para justificar sus saqueos, violaciones, robos y esclavizaciones tuvo que tildar al indio de ignorante y salvaje y se dedicó a destruir su cultura y su propia identidad.
Pese a todo lo anterior los indios seguían con sus tradiciones, con sus explicaciones cosmogónicas de los fenómenos que les rodeaban y con su trabajo. En la altiplanicie mexicana, por ejemplo, ya se cultivaba el maíz, cereal típico de América, cuyo origen sagrado y el beneficio que aporto a la humanidad es tema de todas las culturas nativas.
Según estudios arqueológicos el maíz proviene del teocintle silvestre de México y de la euchlaena primitiva, pero aún se desconoce como se trasformó en maíz comestible.
Según el Popol vuh, los primeros hombres se forman de maíz. De su molienda y posterior fermentación, el Ixmucané hizo nueve bebidas que contenían la sustancia que dio fuerza y energía a la especie humana.
La domesticación del maíz y el nacimiento del arte cerámico asociado a la actividad agrícola corresponden a los que se ha llamado ola u olas culturales arcaicas, las cuales al modificarse, debido a las circunstancias del territorio y del ambiente, dan origen a varias culturas sencillas, que posteriormente avanzan a formas mas acabadas de organización política. Por ejemplo, a finales del siglo VII, según cálculos del arqueólogo Spinder, los mayas ya habían creado su propio calendario.
Otro indicio de civilización, nos lo darán los grandes estados (tanto del norte como del sur), los cuales se formaron en las quince centurias que van desde el año 100d.c. hasta la llegada de los españoles, siendo el primero de ellos el imperio maya que se localizó en el centro de Guatemala en el siglo VIII.
Al igual que en la antigua historia oriental, el conflicto entre poblaciones nómadas que vienen de un clima más duro y con un gran apetito de poder, y poblaciones sedentarias y pacificas explica la aparición sucesiva de grandes pueblos e imperios.
Al mundo contemplativo y poético de los mayas y su basta riqueza imaginativa en la plástica y poesía, le secunda el rigor militar de los aztecas.
Se nos presenta una mitología indígena en la cual viven en constante combate las fuerzas conservadoras de la vida y creadoras de cultura con las fuerzas de la destrucción. Por ejemplo, en el mundo mexicano la lucha simbólica entre héroes y dioses los cuales deben hacer actos inimaginados para defender a los hombres del peligro.
Simultáneamente, en Perú florecían dos nuevas civilizaciones opuestas: la cultura Tiahuanaco, en el lago Titicaca; y la cultura costera del Primer Chimu y del Primer Nasca. Mientras que el arte Tiahuanaco es un arte de alta cordillera, de paisaje desnudo que invita a la abstracción y al esquema monumental, el arte del Primer Chimu y del Primer Nasca tiene una luz y un colorido tropical que denota sensualidad y belleza en las creaciones de los artistas, los cuales poseídos de sus temas decoran sus vasos sin dejar espacio en blanco, aun que se trate de ilustraciones terroríficas. Este arte desarrolla un gran parentesco con el arte de Picasso, en especial en su cuadro Guernica.
La evolución de estos imperios hacia grandes estados indígenas fue rota rápidamente por La Conquista. Tal vez estas culturas habrían evolucionado más rápido si hubieran solucionado sus deficiencias técnicas como la falta de caballos o de otros animales domésticos que les aliviaran en parte la dureza del trabajo del hombre. No había rueda, ni indicios de la existencia de la metalurgia.
Según mi humilde pensamiento, los españoles hicieron que América pariera prematuramente el hijo que se desarrollaba lentamente en su vientre. El indígena jamás desarrolló sistemas nocivos para la tierra, ni alteró su evolución natural. El indio es tierra y la tierra es india, por eso es que las riquezas de nuestra América eran abundantes, ya que el indio no tenia necesidad de arrebatárselas a la tierra. La noción de atesorar es de los españoles, el hecho de que almacenemos para el futuro no existe en el pensamiento aborigen.
Hasta qué punto algunos intelectuales nos siguen diciendo que el indio era inculto, analfabeto e ignorante, si arqueólogos como Alfonso Caso nos muestran evidencias de escritura en pueblos americanos. No es lo mismo decir que aún no se encuentran las claves para entender aquellos escritos que negar su existencia.
El indígena concibe su historia como fatalidad y catástrofe, no existe el progreso y sólo a través del dolor se originan las cosas, el sacrificio es la expresión de cómo la vida se nutre de la muerte, por esto es que el indio se resiste al dolor. Esta idea pesimista del desengaño y de la fragilidad de la vida se ve reflejada en los cuentos del Popol vuh y en escritos poéticos. Aunque también, más adelante en la historia, podremos comparar estos escritos con las ideas de Jorge Manrique y Calderón de La Barca.
El indio es melancólico y humilde, tal como lo expresa el Inca Garcilaso, su sistema mental es simbólico y a la vez poético, su mundo se rige por símbolos misteriosos. Estos rasgos sorprendieron a los españoles, los cuales mantenían un pensamiento antropocéntrico y lógico guiado por el realismo.
Rápidamente y por la fuerza, las costumbres españolas penetraron en los pocos aborígenes que no habían sucumbido ante el exterminio. La propagación de la fe cristiana justifica, según el pensamiento conquistador, la violenta búsqueda de oro y la crueldad de la guerra. Así, tanto la conquista como la colonización fueron, entre otras, una las faenas más terribles que la memoria mundial puede albergar, porque el genocidio producido reveló, una vez más, que para muchos hombres el fin siempre justificará los medios. Las aspiraciones excesivas de poder de los hombres convirtieron ese genocidio en el motor del monopolio originario del capital, legalizado por la institución religiosa eclesiástica que desde siempre intervino en la construcción del pensamiento crítico de los individuos. Así, cuando tuvo que defender los intereses de alguna porción de la sociedad, lo hizo, justificando el accionar burgués (el hombre superior), renunciando a todos los criterios religiosos, además de temas tales, como el respeto, la justicia y la dignidad del hombre. Es inaceptable pensar que América ganó progreso a través de la conquista, ya que lo perdido no puede compararse en nada a las pocas migajas que recibió el indio.
Según mi punto de vista una de las pérdidas más significativas que sufrió nuestro continente es el lenguaje, la idea de que el indígena olvidara su configuración lingüística y aprendiera un nuevo sistema de habla es antihumana, no podemos refugiarnos en la necesidad de progreso para justificar la pérdida significativa de millones de años de identidad. Es cierto que el americano puso variaciones en el habla adoptada y dio origen al mestizaje, pero no me parece justo que prevalezca una visión hispanista del lenguaje, ya que con ella se tira por la borda la importancia del desarrollo de la lengua de los habitantes de América precolombina, que ya habían construido parte de su historia.
Un siglo después de la llegada de Colón al mar Caribe, de los más de 70 millones de indígenas existentes sólo quedaban tres millones y medio, los cuales, primero, fueron derrotados por la diferencia de recursos, el asombro y la confusión, luego, fueron despojados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo esclavo y finalmente, las enfermedades importadas por los europeos encontraron a sus organismos sin anticuerpos para resistir los virus y bacterias.
Medio milenio más tarde, no se logra esconder la aniquilación indígena, salió a la luz otra interpretación de la historia, atrás quedaron definiciones como el “Descubrimiento de América”, que intentaba desconocía la existencia de millones de seres humanos que habían descubierto el continente miles de años atrás. Asimismo quedó obsoleta la más reciente tesis de “Encuentro de dos mundos”, cuando en realidad supone el aplastamiento de uno por otro.
No se puede desconocer que la llegada de los españoles a las costas americanas provocó un progreso valioso a la humanidad, pero el progreso no puede ocultar la magnitud de la sangre derramada.
Los pueblos indígenas tienen mucho que enseñar a los hombres modernos. Quienes hayan tenido la fortuna de conocer pueblos aborígenes que se conserven al margen de la corrupción del progreso del blanco, habrán observado que la mayoría de los nativos son personas que se mantienen puras; que se respetan de una manera que no es posible ver en nuestras grandes ciudades; que son hombres humildes, pero dignos; y que son seres humanos auténticos, que comparten con su prójimo sus alegrías, sus tristezas y sus pocos bienes materiales.
En la historia de la humanidad abundan los hombres sabios y necios, inteligentes y tontos, buenos y malos; y no podemos pretender que todos los indios sean perfectos. Pero hay verdades históricas que no se pueden eludir. La España que llegó a América no fue la España de San Fernando y Alfonso X el Sabio. No fue tampoco la España tolerante en la que convivieron en armonía hombres de conocimiento de orígenes judío, cristiano e islámico. Si América hubiera sido "descubierta" por aquellos cultos españoles éstos habrían reconocido en las culturas indígenas su elevada espiritualidad, su riqueza artística, arquitectónica e histórica, su profundidad filosófica y su pericia en las distintas ramas del saber.
Bibliografía:
Picón_Salas, Mariano. “De La Conquista A La Independencia”, 1992.
Rodríguez Lorenzo, Miguel Ángel. “Mariano Picón-Salas Y El Significado Trascendente De América En La Construcción De La Noción De Historia Universal”, 2002.